¡Se fundió con el infinito!

"Mis expectativas se redujeron a cero cuando tenía 21 años. Todo desde entonces ha sido un extra".

 

Stephen Hawking (1942-2018) puede ser un testimonio de muchas cosas. Pese a no tener voz, fue una de las voces más importantes de la física moderna. He querido escribir algo al respecto debido que Hawking es un buen ejemplo de algunas hipótesis que, en el campo de las ciencias del aprendizaje y la educación, vienen ganando fuerza. Él demostró a la ciencia en general, y en específico a los educadores, la importancia de los/as otros/os en la generación de oportunidades para que el sujeto desborde sus dis-capacidades. Podríamos decir que la posibilidad de trascender-nos estriba en la calidad de intercambio con otros/as.

Hawking es, sin discusión alguna, uno de los hombres más deslumbrantes de la historia de la ciencia. Me parece que su vida es una buena oportunidad para volver a pensarnos la cuestión sobre la genialidad. Pienso que es necesario descentrarnos de una idea nimia sobre los genios, que apela a lo extraordinario como una condición inmanente a los sujetos. En contrapartida, vale detenernos y pensar en la tensión entre desafíos y oportunidades que el físico en referencia tuvo a lo largo de su vida. Pese a tener una discapacidad compleja, que entre otras cosas le limitó a hablar, la disposición simbólico/cultural de calidad a su alrededor le permitió imponerse, saltar. Sobre este punto, pienso en quienes estuvieron alrededor de Hawking a lo largo de su trayectoria. Al pensar en ellas/os, puedo plantear que la genialidad de Stephen fue posible gracias a la presencia de otras y otros también brillantes a su lado, quienes seguramente estuvieron aportándole, discutiendo con él, diseñando y adaptando tecnología... pienso que probablemente el quid no estaba en "ayudarle" en el sentido de dádiva, sino superar este velo caritativo que a veces tenemos, hacia la solidaridad como constituyente de relaciones que nos potencian y que posibilitan la generación de ideas y cuestiones más complejas. Hacer chispas y sostener las llamas. En ese sentido, la idea de genio pierde su condición hedonista, lo supera, la genialidad se distribuye.


Algunas ideas sobre lo anterior vienen al caso a partir de mi lectura de algunos textos en los que distingo, por ejemplo, el texto –que por cierto lo recomiendo vivamente – "Hawking incorporated" de Mialet. Me resulta interesante trazar relaciones de algunas ideas que se plantean en este texto, con las tesis de la cognición distribuida, aprendizaje situado y de la teoría de la person-plus; que si podríamos sacar alguna idea central es que, definitivamente el conocimiento es un producto de una experiencia con otros, el conocimiento es una obra de esfuerzo colectivo que se faculta gracias a herramientas materiales o simbólicas que también han sido, históricamente, obras de otras/os, es decir productos culturales. No se entienda esto como una exaltación a lo social, quiero decir que el sujeto no se disuelve en la relación/intercambio con otros, se potencia.

Esta última idea, que parecería reflejar un lugar común en algunos sectores, me parece que en realidad interpela de manera radical a un posicionamiento que aún tiene validez, que más o menos podría enunciar lo siguiente: el conocimiento es tirado hacia adelante por sujetos que han devenido brillantes, mentes individuales y excluidas que piensan en rincones silenciosos que, en oposición a las chispas y llamas del párrafo anterior, son portadores de algún fuego sagrado. Bajo esta lógica, la idea de genio adquiere sentido. No obstante, como habrá notado el lector o lectora, discrepo con esta lógica, y pienso, como ya lo he planteado, que Hawking es un buen ejemplo para plantear que la genialidad está en la relaciones y que cada uno de nosotros podemos ser un aporte a su consistencia. En clave metafórica, el fuego está en las relaciones, y cada uno de nosotros puede ser una llama.